La finca del Hotel Palacio de Caranceja forma parte del valioso legado histórico de Cantabria y se asienta en el corazón del pequeño pueblo de Caranceja, una localidad de apenas 250 habitantes con profundas raíces históricas.
Caranceja cuenta con un pasado documentado que se remonta a la época romana, cuando era conocida como Caranzelia. No obstante, los orígenes del asentamiento se sitúan aún más atrás, como demuestran los hallazgos arqueológicos paleolíticos descubiertos en La Peñona de Caranceja o Peña Caranceja, con vestigios pertenecientes a las culturas Solutrense y Magdaleniense. También se conservan restos de la época medieval, entre ellos un puente de origen medieval y antiguos hoyos de combustión.
La fachada del palacio y su portón de madera están catalogados como Bienes de Interés Cultural (BIC), lo que subraya su valor patrimonial. El edificio principal es una elegante casona de piedra construida siguiendo el modelo de palacio renacentista, fundada en 1627 por la familia de don Pedro Barreda y Yebra como residencia tras contraer matrimonio con doña Juliana Velarde y Polanco. La obra fue dirigida por el maestro cantero y arquitecto don Diego de Sisniega, natural de la región y reputado por su trabajo en el Monasterio de El Escorial hasta 1583, quien a lo largo de su carrera, participó en otras destacadas construcciones como la Catedral de Segovia o el Palacio del Duque de Lerma en Burgos. Hoy en día aún pueden visitarse algunas de sus obras en los alrededores de la zona, como su propia casa, testimonio del legado arquitectónico que dejó en la región.

La arquitectura del palacio destaca por su sobriedad y armonía. A diferencia de la mayoría de construcciones locales, no se utilizó piedra del entorno, sino piedra caliza, aportando un aire señorial y distintivo. El amplio porche —un zaguán de tres arcadas— y la terraza cubierta sostenida por columnas dóricas, un espacio que cariñosamente llamamos ‘La Solana’, son rincones llenos de encanto donde sentarse a disfrutar de la tranquilidad y la historia que envuelven este lugar.
Entre los descendientes de los fundadores destaca Sancho Barreda, capitán en las Indias, y una de sus hermanas, quien se casó con Antonio Gómez de la Torre, uniendo los mayorazgos de Caranceja y Casar.
Años más tarde, el palacio fue habitado por una figura destacada de la historia española: el eclesiástico Francisco de Rávago y Noriega, director de la Biblioteca Nacional, confesor del rey Fernando VI y amigo personal del papa Benedicto XIV. Rávago renunció al mayorazgo familiar en favor de su hermano, y la estirpe continuó hasta Don Jesús de Monasterio, reconocido músico y compositor, considerado uno de los dos máximos representantes de la escuela violinística española. Él también residió en la propiedad y fue quien pasó el testigo familiar a su nieta, Doña Ana María Monasterio González.
Doña Ana María contrajo matrimonio con Don Ciriaco Pérez de Bustamante, reputado catedrático, editor y miembro de la Real Academia de la Historia.
Enamorado del enclave, Don Ciriaco emprendió la restauración del edificio propiedad de su mujer, así como la construcción en 1920, de una segunda residencia de piedra con estética montañesa, apodada como “La Casuca”. Este edificio fue concebido como alojamiento para los niños de la familia, y aún hoy conserva detalles originales, como los pomos de las puertas colocados a la altura de un infante.
También de esa época datan las antiguas caballerizas, que más tarde, ya en la etapa reciente, fueron transformadas en el edificio conocido como “La Casona”, donde actualmente se ubican la recepción, el comedor y tres amplias habitaciones.
Desde 2008, la finca abre sus puertas al público como el Palacio de Caranceja: un hotel boutique y una finca para bodas y eventos que enamora a quien lo visita por su historia, su belleza y su cuidada estética.